Hoy, la luna brilla como siempre y está tan hermosa como nunca. Puedo ver el jardín, a través de la ventana, resplandeciendo bajo al manto de luz plateada que suavemente la luna derrama sobre él.
Es la primera noche que sonrío, después de tanto tiempo. Una sonrisa sincera, sin carcajadas histéricas haciéndole compañía, sin gestos exagerados para fingir felicidad. Una sonrisa como aquellas que tú y tus ocurrencias solían hacerme esbozar.
Por alguna extraña razón, te siento cerca. Pero aún estás lejos, lo sé. Siento que hemos tomado el mismo camino, siento que... todo esto, es un capricho del destino.
Hace algunos días pasé de la tristeza y la melancolía a la rabia sin razón. Me dominaba la ira y llegué a gritarle al viento que te hacía feliz verme así. Pero al reaccionar, volví a sumergirme en una depresión inexplicable.
Tengo la sensación de que algo maravilloso e importante pasará pronto, algo sobre ti y eso me anima. Mañana compraré flores, tengo la esperanza de obsequiartelas personalmente. Compraré margaritas, sé que son tus preferidas.
Por ahora, no me queda más remedio que seguir admirando la luna e imaginando que tú puedes verla también, y pensar que aún puedes recordarme con la misma intensidad que yo te recuerdo.